La voz de Daniel Acuña Pinto transmite calma, pero también una convicción poderosa. Es director, docente, actor y, ante todo, un apasionado por el teatro. Sentado frente al micrófono, no tarda en dejar en claro que su vida está marcada por una entrega total a las artes escénicas.
“Si tengo que definirme, soy un apasionado por las artes escénicas, en especial por el teatro”, dice. Y no es solo una frase. Daniel dirige el grupo de Teatro Independiente Kamar – Teatro de la Luna, con sede en La Kanoa de Papel, una sala construida y sostenida con políticas públicas, como los subsidios del Instituto Nacional del Teatro. Allí llevan casi dos décadas trabajando con un objetivo claro: que el acceso al teatro sea un derecho y no un privilegio.
“Es un gran orgullo haber administrado durante 18 años un espacio donde el espectador puede acceder al teatro incluso de forma gratuita o a muy bajo costo. Eso también es gracias a épocas donde se pensaba el arte desde una perspectiva de derechos”, subraya.
Pero no todo es celebración. Daniel también se refiere a los desafíos que enfrenta el teatro hoy, compitiendo con la cultura de los dispositivos electrónicos. “Tenemos que ser muy creativos para seducir a un público que ya no tiene el teatro como una costumbre. La primera necesidad de hacer, de crear, tiene que ser nuestra. Después, llegará el espectador.”
Durante la pandemia, el teatro intentó reinventarse con transmisiones por streaming, pero algo se perdió en el camino. “No es lo mismo. Lo humano, el compartir un mismo espacio y un mismo momento, es irremplazable. El teatro necesita de la presencia”, afirma con fuerza.
Acuña forma parte de una tradición de más de 25 años junto a su grupo Kamar, un proyecto de largo aliento que comparte con su compañera Miriam Corzi y un nutrido elenco que él no deja de nombrar y agradecer. “No se puede ser director solo. No se estudia para ser director. Un director existe porque hay un grupo, porque hay actores y actrices que confían en él. El nombre de un director muchas veces tapa talentos colectivos”, reflexiona.
Sobre la evolución del teatro en La Rioja, no duda: “Si miramos 30 años atrás, éramos apenas unos pocos. Hoy tenemos tres instituciones de formación teatral con más de 120 estudiantes, un montón de elencos independientes, y obras que dialogan con el presente desde lugares muy comprometidos”.
A modo de ejemplo, menciona “Juramento”, una obra reciente del Teatro Estable Municipal dirigida por Sofía Pelliza, sobre la última dictadura militar. “Ese tipo de teatro es necesario, es coherente con los tiempos que vivimos.”
Antes de despedirse, Daniel deja un mensaje para quienes sueñan con dirigir teatro: “No se apresuren a ser directores. Primero, suban al escenario, busquen compañeros, construyan algo colectivo. Si llega la dirección, que sea como consecuencia de un camino grupal. El teatro no es un camino solitario.”
Sobre los planes para 2025, Camar tiene una agenda movida. Repondrán obras como «Huellas en el agua» (representante riojana en la Fiesta Nacional del Teatro 2013), además de otras como “Canción de cuna para refugiades”, “Aqueronte”, y “Kermés”. También preparan un nuevo estreno para fin de año.
Con humildad y entusiasmo, Acuña se despidió afirmando: “Hacer teatro es compartir una pasión y que nos escuchen también forma parte de eso.”
